Antonio Pozo Indiano
El paseo de los caballistas
en la Feria de
Sevilla.
No hay mejor delicia que la mañana en la Feria de Sevilla . La
brisa fresca, sutil y perfumada , acaricia los rostros y la luz solar reviste la estenografía de colores chillones y cálidos . En todo parece haber cordial
plenitud . Los arrecifes y las casetas
revientan de gentes que van y vienen,
solemnes y reposadas . De cuando en cuado el aire trae ráfagas de aceite frito que hace pensar en la proezas de las clásicas
buñoleras y en los sabrosos “ churros “
de la tierra , dorados y calientes , de donde reciben el nombre de “ calentitos “ . Los paseos centrales , los
andenes , las casetas . bullen rumorosos
con la multitud que , eliminando el cansancio de la anterior
jornada , vuelve a la Feria
, sedienta otra vez de cromatismo delirante , de inyecciones de alegría , de
diversión plácida en el fulgor de
Sevilla en fiestas . Para la hora del pleno sol , reserva la Feria su más sugestivo espectáculo
. Es entonces cuando irrumpen en la doble calzada , arteria principal de la
ciudad de la lona , los caballistas que como tropel
de centauros , se desparraman
inquietos y nerviosos , bajo el multiplicado arco triunfal de los farolillos , ahora sin
luz , pero ofuscantes por la variedad de
sus tonos .
El caballista , el jinete , encarna , por su puesto ,
una de las instituciones tradicionales
de Sevilla. No se olvide que la
cultura andaluza , sevillana si se requiere , representa al decir de Ortega y
Gasset , un “ sustrato “ campesino o
agrario , en contraposición con el
carácter bélico castellano . El culto a la caballería viene a ser además una costumbre de raza . Se nace para la
equitación , como cabalgan desde la infancia
el tártaro y el gaucho , o el hombre de Andalucía la Baja . Sevilla
ama pues la caballería por un
sentimiento nativo de la mas pura
herencia ancestral .
El caballo , la mujer y la rosa eran considerados poéticamente por los árabes , como las criaturas más bellas
de la Naturaleza y nadie ignora cuánta sangre
árabe corre por las venas de los
lustrosos corceles andaluces . Este culto
al caballo significa por otra parte una
revelación de la finura espiritual sevillana. Si para el más agudo e
idealista de los filósofos griegos el
caballo representaba la idea típica del irracional – y no otra explicación
semántica se me ocurre para
interpretar el término álogos - , el
sevillano cuya sensibilidad no esta
exenta de idealismo , también concibe al
noble bruto como el tipo más bello de cuando le rodea en el mundo irracional de la naturaleza.
Pues he aquí . en el real de la Feria y a la plena luz de la radiante mañana abrileña , al elegante
centauro andaluz . No cabalga por necesidad , ni ninguna inquietud le apresura
. Viene con regocijo , con deleite , a lucirse . A Lucir , primero , a su
corcel que ha abandonado en las
dehesas feraces o las cuadras cortijeras para que esplenda la gracia , el ritmo ,el
pelaje , la lamina de su fina escultura . A exhibir después su viril destreza , a ofrecerse en espectáculo , como apunta Salaverria , “ Rígido , grave , altanero , sobre su
caballo al paso , el andaluz no
consentiría hacer ningún gesto de mojiganga al estilo de “ Cow-boy “ o de
cualquiera otra especie de operador de
circo . Tiene un sentido más elevado , más religioso que todo eso , de la sublime función del jinete . La mano izquierda en la rienda , la derecha descansando sobre
el muslo , recto y entonado , el caballero de Sevilla , resulta , en efecto ,
la cosa mas bellamente decorativa que
pueda imaginarse “.
Aun resalta mas
gallarda la fisonomía del caballista con
la decoración que le presta el vestuario
. Sobre la silla vaquera las fundas de cuero de los zajones fortifican la
perspectiva de sus musculosas
piernas , que se abrazan al caballo con la solidez precisa
para el perfecto equilibrio del
torso .En la cintura la faja coloreada , en el pecho la chaquetilla corta que ciñe sin presión el busto como si
pretendiera dejarlo más libre pata el contoneo o para la y solemne estatuaria rigidez. En la
cabeza el sombrero ancho de alas para
sombrillear el rostro , cono recuerdo
y ejecutoria de la vida campera. Con este talante , el buen jinete
presume de naturalidad , es decir , no alardea
del ejercicio de la cabalgadura , porque lo aprendió sin sentir
en sus infantiles años o porque
se lo ha impuesto la práctica de sus trabajos perentorios . Y una y otra
vez cruza el ferial , sin otro objeto
que el hacer acto de presencia
allí , como uno de tantos jinetes , para demostrar que en Sevilla
, el cabalgar es virtud
típica de la raza y el timbre del temperamento vernáculo .
Pero no sólo se exhibe la equitación masculina en el
paseo mañanero de la Feria
, como si se tratara de presentar un
castizo museo de jinetes de la tierra ,
acreditativo de que exclusivamente los hombres saben cabalgar . En Sevilla se hace caballera también la
mujer y el arte ecuestre no pugna con la gracia clásica de su dulce feminidad. Ved como un regalo
de la mañana clara y aromática , a la gentil amazona , con el traje romántico
de terciopelo negro , perniabierta sobre
el noble bruto , embutida en la chaquetilla
corta , tocada con el pañuelo de seda
bandoleril y la monterilla con
barbuquejo .O sentada femeninamente en
la enjaezada silla vaquera , con la
falda ampulosa y la chaqueta viril ,
bajo el recortado y garboso dosel del
sombrero ancho .
Todavía , nos resta una tercera estampa de caballista . Se trata de la pareja
ecuestre, tan común en la feria abrileña , como en las fiestas romeras . El
jinete cabalga adelantándose sobre la
montura y en la grupa del corcel se
asienta la hembra .
El empuña el correaje y conduce con majestad el ritmo de la marcha . Ella, despreocupada
de la equitación guardando el
equilibrio con la mano asida al busto del mozo , se exhibe en su belleza femenil con el traje de gitana cuajado de lunares y
volantes , o el indumento vetusto y
clásico de muchos años atrás que lució
la abuela , o en fin , la calada o mantilla blanca de encajes que ensalza la gracia del
rostro con la alta peineta de carey o de
concha , verdadera real.
Toda esta gama de tipos ecuestres se da cita
y encuentro en las calzadas llenas de sol .Y allí relucen en el delicioso paseo matutino el rumbo en el
vestir , el garbo en el montar , la bizarría
y apostura del jinete , la
gracia fuerte de la amazona , la armonía
de la pareja.
Por entre ellos avanza a veces , el coche enjaezado , como un solio errante
entre el clamor de las gentes , que admiran sus troncos fastuosos y sus ricos arreos típicos , desde el labrado a los
atalajes hasta el trenzado caprichoso de colas y crines con coloreadas cintas , o las moñas y los collarones de campánulas
y cascabeles que parecen acompasar
el ritmo de su marcha . En el pescante , rígidos y graves van los cocheros vestidos a la usanza antigua
y sobre la capota o en el
interior , las guapas mozas que se exhiben
en el esplendor de sus
vestes policromas , con todo el ampuloso
vuelo de sus faldas de volantes , el pañolón en el busto y la mantilla y la peina con flores ,
esmaltando la belleza de la cara en
sonrisas…..
Crestomatía Conde Yndiano de Ballabriga
Galería de fotos para el recuerdo : Esperanza Rasero Serrano
Manzanilla La Guita " El Sabor de Tú Feria "