FUNDACIÓN E HISTORIA DE LA COFRADÍA
Parece indudable que desde un principio la cofradía de la Yedra era la encargada de sacar en procesión a Jesús depositado en el Sepulcro. Según Ruiz Prieto, dicha cofradía se fundó en 1505, aunque Cazabán Laguna nos transcribe un documento revelando que los estatutos de esta cofradía fueron aprobados por el obispo don Diego de los Cobos el 28 de enero de 1565.
Como quiera que sea, de lo que no hay duda es de que la cofradía de la Yedra existía desde antes de esta última fecha y que siguió funcionando como tal hasta muy entrado el siglo XIX.
Finalizando la segunda década del XVII, el escultor ubetense Pedro de Zayas realiza para la Cofradía de la Yedra y Entierro de Cristo, y por encargo de su prioste Juan Arredondo de la Cueva, cuatro imágenes: un San Juan, una Magdalena y las dos de los Santos Varones (Nicodemo y José de Arimatea). Todas ellas irían sobre andas.
Evidentemente, se atravesaba un gran momento de esplendor, que paulatinamente fue aumentando hasta el punto de conseguir que el Ayuntamiento ejerciese su apoyo y tutela sobre la procesión ya desde antes de 1650, aunque no es hasta 1656 cuando se hace referencia explícita a su patronazgo.
Cinco años después, los frailes trinitarios obtenían del Cabildo Municipal la promesa de asistir a perpetuidad el Sábado Santo a la solemne celebración en su convento de “las glorias del Sepulcro de Cristo Nuestro Señor” y el Domingo a la procesión del Resucitado.
El acta capitular de 27 de enero de 1668 se constituye en el más riguroso informe de todo lo que se realizaba por entonces, pues en ella se dice: que la procesión del Santo Entierro salía de la Colegial el Viernes Santo, acompañada de todo el cabildo eclesiástico, así como del municipal; que llegaba al convento de la Trinidad, donde se depositaba la imagen, velada hasta el domingo por la Compañía de Soldados; que esta se componía de un capitán, un alférez, (a veces se hablará después de un teniente), un sargento, cuatro cabos y varios soldados; que el Sábado Santo se celebraba la fiesta de la cofradía en el citado convento y que todo acababa el Domingo con la apoteosis de la Resurrección, a la que también asistía la Compañía de Soldados. Para estos se pide, por vez primera, la exención de cargas personales y concejiles.
A los pocos años vuelven los regidores a tratar del Santo Entierro. Es la fecha de 1674, que durante tanto tiempo pasó por ser la de más antigua referencia a la cofradía. El 4 de abril de dicho año, el Cabildo municipal acuerda que todos los caballeros veinticuatros asistan a procesión y exequias fúnebres con sus capas largas de luto y a los porteros se les haga ropas de bayeta negra. Además, reiteran que a la Compañía de Soldados no se les eche cargas ni esta contribuya en nada a los repartimientos del Servicio Real.
Dicha Compañía no sólo se relacionaba con el Santo Entierro, sino también con la cofradía del Resucitado y, acabada la Semana Santa, también era requerida para otros actos religiosos. Según Torres Navarrete, desaparece con la Guerra de la Independencia en 1808. No ocurre lo mismo con la cofradía del Santo Entierro, que, si se identifica con la de la Yedra, sobrevive a la invasión francesa y se muestra en documentos posteriores fechados entre 1817 y 1820.
La inútil Ley elaborada por Mendizábal y llevada a la práctica en 1836 trae consigo la exclaustración de los frailes trinitarios y la enajenación del edificio, por lo que las funciones religiosas en torno al Santo Entierro se trasladan a San Nicolás. Pero al no resultar finalmente desacralizada la iglesia conventual, vuelven a la Trinidad a los pocos años.
Así, más o menos lánguidamente, transcurre para la cofradía el resto del siglo, hasta su posterior reorganización en 1896, en que lo hace bajo el nuevo título de “Hermandad del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo”. Esta remodelación la lleva a cabo el comercio ubetense, que crea una junta presidida por don Santiago González Oreja. Encargan a la madrileña Casa Meneses un trono y urna de plata destinado a un Cristo -se decía- muy antiguo y de autor desconocido, que se desclavaba de la cruz en donde estaba durante el año y se depositaba en la urna, envuelto en finas gasas.
Pensamos que esta imagen corresponde al Cristo que policromó en 1583 el pintor ubetense Pedro de Medina, pero que era de mayor antigüedad.
Sale, pues, la reorganizada hermandad en 1897, desde Santa María a la Trinidad, acompañada de las demás cofradías: el Paso, la Expiración y la Soledad. Luego, a la noche, el Sábado de Gloria o el Domingo de Resurrección (según una u otra etapa), retornaba la imagen a la Colegial, de nuevo acompañada de los guiones de las mencionadas hermandades.
Entre 1905 al menos y 1920 salieron acompañando al Santo Sepulcro los Santos Varones (tal vez las mismas figuras que hiciera Zayas). Desde el primero de los años citados fueron montados sobre otro trono de plata Meneses, del que nada se sabe en la actualidad. Ambas imágenes desaparecieron en la guerra civil de 1936.
Importante novedad en la vida de la cofradía fue su constitución durante 1929 en Hermandad Benéfica, carácter que perdurará durante muchos años (hasta el final de los 60). Era por entonces presidente de ella don Blas Lope Catalán, quien vería llegar las perturbaciones de la guerra civil, una de cuyas lamentables consecuencias fue la pérdida de la imagen del Cristo muerto, aunque, por otro lado, se logró preservar de la destrucción el trono de plata y los gallardetes de 1897.
Con tales enseres, pasada ya la contienda y bajo la presidencia de don Sebastián Villar Arroyo, en 1940, sobre el antiguo trono de plata, desfila el nuevo Cristo yacente, una imagen de Olot (Gerona), de las hechas en serie, que hoy está en poder de la cofradía.
En 1947, para que precediese al Cristo muerto, se incorpora un nuevo grupo escultórico, obra de Palma Burgos, que representa el momento del Entierro de Cristo y forman Jesús, la Virgen (que, sin embargo, data de 1943), San Juan, la Magdalena y los Santos Varones. Estos se quitan en 1955 y se vuelven a poner en 2002. Van las figuras sobre trono del mismo autor que las imágenes.
En 1965, siendo Presidente don Federico Adam, se sustituyen la imagen de Jesús muerto, el trono y la urna de plata por el actual y magnífico Cristo Yacente, obra de Palma Burgos, y por el trono barroco de Ramón Cuadra.
Trece serían los años en que estuviese al frente de la cofradía don Antonio Fernández Tallante (1978-1990). A poco de tomar posesión, concretamente, el 6 de junio de 1979, el Ayuntamiento, encabezado por el Sr. Gámez Martínez, se desvincula del Santo Entierro, retirando su patronazgo y desasistiendo a su procesión. Durante el mandato de Fernández Tallante se arreglan las dos capillas de Santa María, se reparan los tronos cambiando sus chasis, se hacen banderas nuevas y la cofradía estrena Casa de Hermandad. También se renuevan los estatutos por dos veces: primero se modifican los que databan de 1929; y luego hubo que reformar estos a la luz de las nuevas disposiciones eclesiásticas. Se terminaron de redactar en mayo de 1987 y fueron aprobados por el obispo García Aracil el 27 de marzo de 1991.
Toma el relevo don Miguel Moreno Condado, a quien se debe, entre otras cosas, la implantación del Triduo, la restauración de ambos tronos, la recuperación del antiguo de plata y de la vieja imagen y la compra de nichos en el Cementerio. A él también le toca conmemorar el año de 1996 el Primer Centenario de la Reorganización de la Cofradía, efeméride que no pasó desapercibida.
En el mismo año de esta celebración centenaria ocupa el sillón presidencial don Francisco Rienda Ruiz, quien logra notables consecuciones en las áreas de patrimonio (recuperación de los Santos Varones y restauración de todas las demás imágenes), de cultos (organiza el Vía crucis), de labor social y de juventud. En este último sentido, la participación juvenil en la cofradía surge en mayo de 1998, en que se crea la Vocalía de Jóvenes, que toma el título de “María de Nazaret”.
Pasada la Semana Santa de 2002, cesa en su cargo de Hermano Mayor, por imperativo legal, el Sr. Rienda Ruiz y el 17 de marzo sale elegido para sustituirle don Juan de la Cruz Pérez Resa, quien logró que la cofradía saliera en primer lugar en la Procesión General durante los años 2004 y 2005, aunque al año siguiente, con el adelanto de la hora de salida a las 8 de la tarde, se volvió al orden tradicional. Durante este mandato, en el 2008, la cofradía estrena la marcha “María de Nazaret” de J. M. Cano Gómez.
En 2009 es nombrado Hermano Mayor don Eugenio Antonio Sanjuán Monforte. Durante su mandato se presenta el 15 de enero de 2011 en el Hospital de Santiago, el cartel oficial de la Semana Santa, el cual está protagonizado por la Cofradía, en concreto con el grupo escultórico del Santo Entierro a su salida de Santa María; donde se observa la nueva situación del misterio tras la modificación del trono realizada en el 2010, por el que era administrador en la fecha, don Antonio Jesús Hidalgo Campos, en colaboración con don Antonio José Campos Martínez.
Un acontecimiento muy importante en la historia de la Hermandad es la reapertura al culto de la Iglesia Mayor de Santa María de los Reales Alcázares, sede canónica de la Hermandad, en mayo de 2011. Con ello, nuestros Sagrados Titulares vuelven a ocupar sus respectivas capillas dentro del templo, en primer lugar en la capilla del Santo Entierro, y posteriormente, pasando el Cristo Yacente a su capilla.
El 25 de marzo de 2012, se celebran elecciones en la cofradía siendo elegido Hermano Mayor don Antonio Jesús Hidalgo Campos, el cual recibe su nombramiento con fecha 28 de marzo de 2012 y toma posesión del cargo junto a su Junta Directiva durante la Solemne Fiesta de María de Nazaret celebrada el domingo 13 de mayo de 2012.
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