LA LUZ DE BALLABRIGA.

LA LUZ DE  BALLABRIGA.
Antonio; Conde Yndiano de Ballabriga

lunes, 1 de febrero de 2021

 

El lado más desconocido de Cabeza de Vaca, el conquistador español que recorrió Norteamérica


                             Antonio Pozo Indiano

El de Jerez de las Fronteras aceptó volver al Nuevo Mundo y durante los dos años que estuvo al frente del Río de la Plata acometió varias expediciones, en las que exploró el curso del río Paraguay, antes de sufrir una conjura.

 

Álvar Núñez Cabeza de Vaca sobrevivió durante casi nueve años a toda una serie de desdichas, cada una de las cuales harían tambalearse a un elefante, y de regreso a casa escribió su historia en «Naufragios», una obra tan realista como increíble. La crónica de la aventura vivida por este conquistador de Jerez de la Frontera ha sido calificada por muchos de obra de ficción, dado lo imposible de su viaje, y porque, como en todos los textos con objetivos políticos, también aquí se perciben adornos por parte del gaditano. Pero aun cuando las partes menos positivas de su aventura hubieran sido omitidas para resultar del agrado del Rey Carlos V, al que iba dirigido el texto, esto no resta importancia o drama a la odisea del primer superviviente de América, el primero en atravesar los territorios que hoy conforman los Estados Unidos de América, de Florida a California, y desde allí hasta México.



 18.000 kilómetros de rutas desconocidas y plagadas de elementos adversos fueron su único botín. Convivió con las tribus de los semínolas, los sioux, los indios pueblo, y aprendió media docena de idiomas. Como le pasó a Ulises en su regreso a Ítaca, los dioses del Olimpo soplaron fuerte para alejar al aventurero español cuando ya tocaba varias veces con las yemas de los dedos los límites de Nueva España, pero incluso entonces no guardó rencor a los indios que le habían retenido y hecho mil perrerías. Su historia, como la de tantos conquistadores, se sale del tópico del español perverso que solo había viajado a América a torturar indios y robarles el oro. Empezando porque Cabeza de Vaca ya era acaudalado en España, si había cruzado el charco lo había hecho más por la aventura y la fama que por cuestiones materiales; y siguiendo porque, de vuelta a la Península, aún quiso volver a esa América que tantos años le habían robado de vida. Como diría Obélix de haber vivido en el siglo XVI, «¡están locos estos españoles!».



Nueve años fuera

El 17 de junio de 1527, Álvar Núñez Cabeza de Vaca partió de Sanlúcar de Barrameda, rumbo a América, como tesorero y alguacil mayor en la expedición de Pánfilo de Narváez, viejo rival de Hernán Cortés, que se había propuesto explorar a fondo La Florida. La aventura resultó un desastre y terminó con cientos de hombres muertos a manos de los indios o de los propios elementos. Solo cuatro miembros de la expedición sobrevivieron, entre ellos Cabeza de Vaca, que aprovechó su fama como chamán y comerciante entre los indios para reencontrarse con los otros compañeros supervivientes.

Expedición de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, durante su primer viaje a América.

 A principios de mayo de 1536, el andaluz guió al grupo hasta Culiacán después de atravesar todo el sur de Texas y probablemente parte del actual estado norteamericano de Nuevo México, siguiendo la línea de la costa del Golfo de México. Melchor Díaz, alcalde mayor de Culiacán, les agasajó a su llegada, lloró con ellos y, una vez estuvieron recuperados del largo viaje, los envió a la ciudad de México para que el virrey Mendoza conociera su historia. Desde allí se trasladaron a Compostela, capital de Nueva Galicia, durante un viaje de casi 500 kilómetros, tan plagado de penurias e indios hostiles como los recorridos en Texas.

 

El virrey quedó fascinado por la experiencia vivida por aquellos cuatro supervivientes. Los interrogó de forma insistente sobre los relatos escuchados a los indios sobre ciudades ricas de casas altas. Como la búsqueda de El Dorado en Sudamérica, también el norte tuvo su propia fábula de una tierra maravillosa designada como las Siete Ciudades de Cíbola, cuya leyenda contaba que durante la Reconquista, en 1150, los musulmanes tomaron Mérida y otras ciudades extremeñas provocando una huida de siete obispos y varias familias nobles hacia la zona más occidental del mundo. Tras embarcar en Portugal, navegaron hasta Norteamérica y allí habrían fundado siete ciudades en las que abundaba el oro y las piedras preciosas.

 Las descripciones que hizo Cabeza de Vaca y los otros supervivientes de las ciudades de piedra devolvieron vigencia a este mito, de tal modo que distintos aventureros fueron en búsqueda de las Siete Ciudades de Cíbola, sin lograr grandes hallazgos; lo que hace suponer que la leyenda se refería a siete asentamientos de no mucha importancia del pueblos zuñi, un grupo étnico originario del occidente de Nuevo México. El virrey Mendoza envió, inmediatamente después de conocer el testimonio de Cabeza de Vaca, a tres frailes franciscanos, en compañía del negro Estebanico, uno de los compañeros de Cabeza de Vaca, a recabar más datos sobre estas ciudades. Los resultados no fueron los esperados y el comportamiento de Estebanico, que se valió del cuento del curandero para que los indios le entregaran turquesas, le costó su muerte a manos de una tribu desconfiada.

 

Temiéndose ser los siguientes, los frailes regresaron a México y, tal vez por miedo de volver con las manos vacías, uno de ellos dijo haber visto en persona grandes ciudades en las que se usaban vasijas de oro y plata más abundantes que en Perú. El virrey dio crédito al fraile y siguió auspiciando nuevas búsquedas. En 1540, Francisco Vázquez de Coronado creyó haber llegado a este lugar maravilloso, al confundir el Gran Cañón del Colorado con los techos de oro de las Ciudades de Cíbola. Un descubrimiento igual de impresionante.

I PARTE 

Cesar Cervera

DIARIO ABC

1-2-2021



HEMEROTECA DEL CONDE YNDIANO DE BALLABRIGA

 

Mi Abuelos nos decía: LA SANDIA

 


 Las variedades de sandía cuya pulpa es de color rosado y rojo, se consideran una fuente moderada de licopeno. Numerosos estudios científicos han puesto de manifiesto que el licopeno tiene propiedades antioxidantes y que, incluyendo en la dieta alimentos ricos en dicha sustancia, como la sandía, se reduce el riesgo de ciertos tipos de cáncer en general y de páncreas, pulmón, colon y de próstata, en particular.

 


 Asimismo, el licopeno, por su actividad antioxidante, actúa contra los radicales libres, sustancias nocivas para el organismo, lo que justifica el papel del consumo de sandía en la 
reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares y degenerativas. Por otra parte, los estudios continuados sobre los carotenoides, entre los que se encuentra el licopeno, ofrecen pruebas que avalan la existencia de una serie de acciones biológicas de estas sustancias, como efectos beneficiosos sobre el sistema inmunológico y el control del crecimiento y de la diferenciación celular.

Dado que es una de las frutas menos abundantes en potasio, las personas que sufren de insuficiencia renal y siguen una dieta controlada en este mineral, pueden consumirla con moderación, pero en mayor cantidad que la mayoría de las frutas.



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