Antonio Pozo Indiano
El primer aterrizaje humano en la cara
oculta de nuestro satélite de una sonda china ha abierto el debate
Al
hablar de la llegada del hombre a la Luna, irremediablemente pensamos en los
años de la Guerra Fría: la carrera aerospacial entre
la Unión Soviética y Estados Unidos marcó los años 60 y 70 del pasado siglo,
poniendo en la agenda diariamente noticias sobre astronautas, cohetes y viajes
espaciales. Nuestro satélite fue el nuevo mundo a conquistar, y doce hombres (todos estadounidenses)
orbitaron (primero) y pisaron (después) estos dominios algo más de dos décadas.
Sin embargo, ningún pie ha vuelto a ponerse en sus cráteres desde 1973. ¿Acaso
había perdido interés nuestra vecina
cósmica?
El aterrizaje de la
sonda china Chang'e-4 en la cara oculta de la Luna parece haber reavivado las
intenciones de la Humanidad de colonizar el satélite, coincidiendo
precisamente con los 50 años desde que el hombre orbitó por primera vez a su alrededor.
«El aterrizaje de alta precisión es una necesidad para la próxima exploración
de lunas y asterorides. Esperamos poder llegar a toda la Luna e incluso al Sistema
Solar completo», afirmaba el diseñador jefe de la sonda, Sun Zezhou, desvelando las intenciones del gigante
asiático por continuar pugnando por su sitio en esta nueva edición de la
carrera al espacio.
China
se introdujo en ella 2003, con el
envío de su primer astronauta al espacio; y continuó en 2007 y 2013, cuando
lanzó sendas misiones no tripuladas para orbitar alrededor del satélite. Y
posarse en su cara oculta el pasado 3 de enero ha significado un paso histórico, pero
no será el final: el objetivo es instalar una base robótica en el polo sur
de la Luna y, paralelamente, ya se preparan las misiones Chang´e-5 y 6para traer muestras desde el
satélite. Colonizarlo, al fin y al cabo.
China, EE.UU., Europa, Rusia... a la carrera
Pero
China no es la única. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto también la mirada en el
satélite y ha firmado una nueva declaración para enviar una misión tripulada
primero a la Luna y, si todo va bien, con segundo destino en Marte. «El
presidente Eisenhower lanzó nuestra
nación a la era espacial y el presidente Kennedy nos
dio la responsabilidad de llegar a la Luna. (...) Celebramos nuestro legado hoy
con una gran promesa y una fuerte dirección del presidente para regresar a la
Luna e ir a Marte», afirmaba el recién nombrado administrador de la NASA Jim Bridenstine en un acto celebrado antes de
las Navidades. En colaboración con once compañías, la agencia espacial
estadounidense prepara robots para tenerlos listos entre 2019 y 2021, así como
los esfuerzos privados por abaratar los costes de los viajes al espacio -como
los cohetes reutilizables Falcon, propiedad del polémico Elon Musk- abren un
mundo de posibilidades.
La Agencia Espacial Europea (ESA) tampoco se quiere quedar atrás. «Mi intención
es construir una base permanente en la Luna, una estación abierta a diferentes
estados miembros de todo el mundo», aseguraba poco después de su toma de posesión
el actual director de la ESA, Jan Wörner. De
hecho, el pasado mes de noviembre probó en Lanzarote -que presenta
un paisaje parecido al lunar- nuevas herramientas y equipos de comunicación que
participarán en la vuelta del hombre (occidental, porque la ESA colabora con la
NASA) a la Luna.
Y lo
mismo ocurre con Rusia, India, Japón, Israel, Corea del Sure
incluso Corea del Norte. Entonces,
¿qué secretos oculta la Luna para haber recuperado el interés? ¿Qué es más
importante: la cercana Luna o el misterioso y lejano Ultima Thule? ¿Está el
hombre preparado realmente para colonizar su satélite?
Misiones tripuladas para 2022
«Chang'e
4 es un paso histórico hacia una aldea robótica y, despues, una estancia humana permanente y sostenible»,
explica Bernard Foing, director del
Grupo Lunar Internacional de la ESA. Pero advierte que no debe ser la única: «Necesitamos otras misiones para estudiar la
superficie, buscar el hielo, extraer recursos naturales, hacer experimentos
biológicos y desarrollar sistemas de apoyo a la vida».
Además,
el componente del viaje humano con dirección al satélite es algo que, según el
experto, veremos de nuevo en poco tiempo.
«Se planean misiones tripuladas en
la órbita lunar desde 2022 (con Space X, la
Cápsula Orion de la NASA o las ya anunciadas por China). Los próximos pasos humanos podrán ser desde 2025 con
misiones bajo demanda o incluso desde 2030 podremos ver
rotaciones en forma permanente», señala Foing. Algo así como lo
que ocurre en la Estación Espacial Internacional,
pero con base permanente en la Luna.
Aplicaciones de la tecnología lunar a la vida terrícola
El Centro Aerospacial Alemán (DLR) resalta la importancia de seguir enviando
misiones a nuestra Luna. «Desde un punto de vista científico: definitivamente
tiene sentido. Desde un punto de vista de ingeniería también, ya que la
tecnología de vanguardia usada en vuelos espaciales para misiones lunares obliga a la miniaturización de hardware, software y a las
operaciones 100% confiables que no dejan espacio para
errores», afirman desde DLR para ABC.
Aparte
de como «trampolín» hacia Marte, «aún
existen muchas preguntas sin respuesta sobre el origen y la evolución de la
Luna, y sobre cómo “funciona” el sistema Tierra-Luna. La Luna es, por así
decirlo, el miembro final primordial de la evolución de los cuerpos planetarios
con superficies sólidas -o planetas "rocosos"- contra Mercurio, Venus,
Marte y la Tierra», explican los expertos alemanes.
Discrepan,
no obstante, acerca de una hipotética colonización de la
Luna. «En la actualidad, ni siquiera está claro si alguna
nación agencia espacial o equipos internacional seguirán el objetivo de
colonizar la Luna, lo cual, por supuesto, es un asunto bastante costoso y
complejo. Hay ideas que circulan como, por ejemplo, la "Aldea de la Luna" propagada por la Agencia
Espacial Europea que contiene un "asentamiento" permanente o, mejor
dicho, "presencia" en la superficie lunar como
una idea, pero no como un proyecto con un calendario preciso o
incluso con un esquema de financiación». Es decir: no es lo mismo «quedarse»
que «vivir», y los pueblos lunares parece que aún no están demasiado cerca, en
palabras del DLR.
¿La cercana Luna o el lejano Ultima Thule?
En
una era en la que los telescopios nos enseñan mundos
remotos con forma de muñeco de nieve -como el Ultima Thule, el objeto celeste
más alejado de la Tierra que el ser humano ha sido capaz de estudiar de forma
directa-, la pregunta de si enfocar los esfuerzos
en nuestra vecina merece la pena. «La Luna es llave para estudiar la formación y evolución de planetas»,
indica Foing, quien tampoco saca del objetivo la exploración
de Marte e incluso de los planetas gaseosos (Júpiter,
Saturno y Neptuno), así como sus sistemas de lunas.
«La
Luna es el miembro de la familia al lado de nosotros, así que podemos "abrazarla" con un brazo estirado y
alcanzarla con una nave espacial en unos pocos días. Esto tiene sentido por sí
mismo», señalan desde el DLR, a la vez que subrayan que nuestro satélite es una
especie de «hijo» de la Tierra que «oculta muchos aspectos geológicos y físicos
interesantes de la formación planetaria y ofrece una plataforma de investigación
cercana para las ciencias técnicas y materiales». «La Luna, también,
podría actuar como un excelente puesto
comercial para el primer viaje a Marte con
humanos, ya que las naves tendrían que superar solo una sexta
parte de la gravedad de la Tierra para abandonar este satélite», apuntan.
«Más
allá, los exoplanetas son mundos increíbles, pero aún solo son alcanzables con nuestros telescopios»,
apostilla Foing. De momento.
Y
dentro de la Luna, por qué es distinta su cara oculta?
El hito chino es
haber conseguido aterrizar por primera vez en la cara oculta de la Luna. Pero,
¿por qué es tan importante? «Tiene una superficie mucho más antigua que el lado
cercano y una corteza más gruesa», explicaba a ABC
Bernard Foing, director del Grupo Lunar Internacional de la Agencia Espacial Europea
(ESA). «Esta dicotomía sigue siendo un misterio, pero las mediciones
geoquímicas de Chang'e-4 pueden dar pistas».
El rover de la sonda
va equipado con cámaras, un radar de penetración para el subsuelo, capaz de
adentrarse 100 metros y de buscar estructuras, y dos espectrómetros para
analizar la firma química del terreno. Además, estudiará los efectos del viento
solar y simulará observaciones radioastronómicas. «La cara oculta de la Luna,
libre de ruido de radio terrestre, abre una ventana totalmente nueva para hacer
radioastronomía de muy baja frecuencia, lo que es una promesa para cosmología futura y observaciones astronómicas»,
afirma Foing.
Diario ABC
Crestomatía :
Antonio Pozo Indiano
Galería de
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Primera imagen de
la cara oculta de la Luna enviada por la sonda Chang'e-4 - Agencia Espacial China
El hombre no pisa
la Luna desde 1972 - AFP/NASA
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