Antonio Pozo Indiano
Sobre las famosas orgías que evocan
tanto la Antigua Grecia como el Antiguo Egipto, se cree que había ceremonias
religiosas que conllevan la práctica de sexo en grupo relacionadas con los
ritos de la fertilidad. La masturbación masculina tenía un trasfondo casi
sagrado.
La
necesidad de preservar lo que luego se llamaría, de forma aproximada, «sangre
azul» y las alianzas entre dinastía reales obligó a los reyes europeos a
casarse entre primos, estirando la endogamia a
niveles prohibitivos. Una exigencia de las dinastías reinantes que encuentra su
más remoto germen en el Antiguo Egipto. Los
faraones permitían el matrimonio entre hermanos y, en algunos casos, también
entre padre e hija, con el fin de preservar la pureza del linaje. Algo
que hoy en día resulta chocante, pero que responde a la forma en la que
interpretaban los egipcios la sexualidad en el periodo que les tocó vivir. El
incesto estaba permitido entre monarcas y la circuncisión, práctica adoptada
posteriormente por los judíos, tenía un carácter ritual en la ceremonia
de iniciación a la adolescencia.
Sexo explícito en las representaciones
La
represiva época en la que nació la egiptología, en plena moralidad victoriana,
pospuso durante más de un siglo el estudio en profundidad del sexo en el Antiguo Egipto. Los egipcios
entendían el sexo desde una visión muy pragmática, siendo la pasión
desenfrenada algo que les resultaba difícil de comprender. Tal vez por ello a los
violadores, esto es, los que actuaban como animales sin poder contener sus
bajas pasiones, les estaba reservada una pena tan drástica como la castración.
Según
la idea extendida sobre todo por la literatura, la sexualidad era algo muy
familiar para los egipcios antiguos y carecían de muchos de los tabúes sexuales
que hoy presiden la sociedad occidental, entre otras porque la benévola
climatología del país obligaba a que la ropa fuera ligera y a veces fueran
directamente desnudos (los campesinos aparecen sin ropa realizando su
trabajo en muchas representaciones). Pero ni tanto ni tan calvo. Las
referencias iconográficas al sexo a lo largo de los cinco milenios de esta
civilización no son tantas como para comprobar si muchos de estos mitos
sexuales estaban extendidos o solo eran escenas puntuales.
Lo que sí está claro es que en las referencias son bastante explícitas. Según el profesor Jorge Roberto Ogdon en su texto «Apuntes sobre las erótica egipcia y la sexualidad en el Antiguo Egipto», «el acto sexual, en el Egipto faraónico, según la evidencia disponible, se representó de una manera natural y sin tapujos», sin que haya otra civilización comparable. El egiptólogo francés Jean-François Champollion (1790–1832), imbuido por la moralidad de la época, encontró chocante lo abiertamente que representaban el sexo estas civilizaciones: «Había imágenes de monstruosa obscenidad que realmente me dieron una extraña impresión acerca de la sabiduría y compostura egipcia». En concreto se refería al «Papiro Erótico de Turín», uno de los escasos documentos que hablan de la conducta sexual de los antiguos egipcios. En la desgastada superficie de estos papiros se puede ver a miembros de la corte, los sacerdotes y altos cargos en plena orgías, todo acompañado con frases tan poco sutiles como «Ven y métemela por detrás».
Enlaces con fines reproductivos; orgías religiosas
La mujer gozaba de una notable independencia
en comparación con otros pueblos –sin ir más lejos no se encontraba bajo la
dependencia legal del marido– y no sufría presiones por llegar virgen al
matrimonio. Los enlaces tenían lugar a una edad muy temprana, en
contraste con la sociedad griega que mantenía a los hombres separados de las
mujeres hasta una edad avanzada. Ellas solían casarse con catorce años y ellos
con dieciséis. No había ceremonia de casamiento ni los enlaces eran sancionados
por alguna autoridad; se entendía que eran pareja cuando se iban a vivir juntos
y se realizaba un contrato sobre la futura crianza y custodia de los hijos.
Esta
incapacidad de hallar pruebas de ceremonias de casamiento ha fascinado durante
décadas a los historiadores. El egiptólogo Monteten
su obra «La vida cotidiana en Egipto en tiempos de Ramsés»,
recoge el testimonio de una joven recién casada con uno de los hijos del
faraón: «Me llevaron como esposa a casa de Naneferkaptah.
El faraón ordenó que me entregaran espléndidos regalos en oro y plata y todas
las personas de la casa real me los presentaron». Bastaba con que la pareja
viviera junta para que empezara el matrimonio.
El
objeto del matrimonio era reproductivo, en tanto la infertilidad era motivo de
divorcio. La poligamia estaba
permitida pero no era frecuente, salvo entre las clases dirigentes que,
respetando la posición de la esposa en el entorno familiar, mantenían varias
concubinas. En el momento de su muerte, a la edad de 91 años, Ramsés II aseguraba haber tenido más de 20
reinas y una multitud de concubinas. En los textos antiguos se recoge que fue
padre de más de 100 hijos. Y lo mismo ocurría con los matrimonios incestuosos,
que solo estaban reservados para los faraones.
Sobre
las famosas orgías que evocan tanto la Antigua Grecia como el Antiguo Egipto, se cree que había ceremonias
religiosas que conllevan la práctica de sexo en grupo relacionadas con los ritos de la fertilidad. Un asombrado Herodoto, historiador griego del siglo V,
describió con todo detalle una de las orgías celebradas en nombre de la diosa felina Sejmet Bastet en la ciudad
de Bubastis: «Las barcas, llenas de hombres y
mujeres, flotaron cauce abajo por el Nilo: Los
hombres tocaban flautas de loto, las mujeres címbalos y los panderos, y quien
no tenía ningún instrumento acompañaba la música con palmas y danzas. Bebían
mucho y tenían relaciones sexuales. Esto era sí mientras estaban en el río;
cuando llegaban a una ciudad los peregrinos desembarcaban y las mujeres
cantaban, imitando a las de esa ciudad».
Prostitución en tiempos remotos
De
la prostitución resulta complicado saber si existía un equivalente exacto de lo
que hoy se considera una práctica alegal en España. En el Reino
Nuevo las denominadas casas de cerveza contaban con
mujeres de vida alegre, quienes se identificaban con llamativas pelucas,
perfumes y pintalabios. Las prostitutas comunes eran conocidas con el nombre
egipcio de «kat tahut» (vulva). El estudio de documentos como el Papiro Erótico de Turín parece probar que
estas trabajadoras del sexo eran, además, bailarinas y músicas.
Desde
el punto de vista religioso se les consideraba mujeres impuras y estaban
estigmatizadas socialmente. De nuevo Herodoto cuenta
como el faraón Keops al
quedarse sin dinero obligó a su hija a ejercer de prostituta como un acto de
pura «maldad». Asimismo, se cree que existieron las conocidas como felatrices, que eran prostitutas especializadas en
las felaciones y se distinguían por el color rojo intenso de sus labios. Una
práctica aceptada en contraste con el conservadurismo de los romanos, que
consideraban el sexo oral como algo impuro.
Paradojicamente,
la estimada como una de las primeras referencia al sexo oral en la historia
está incluida en un mito egipcio. Después de que el dios Osiris fuera asesinado y
descuartizado por su hermano Seth (el
mal), su esposa y su hija viajaron alrededor del mundo recolectando todos los
pedazos del cuerpo de Osiris. Al no encontrar su
miembro viril, su esposa esculpió un pene en arcilla, lo unió a su cuerpo y le
devolvió a la vida a través de una felación.
El valor sagrado del sexo
Otro
mito recurrente para los egipcios es el del valor sagrado del semen. Los
egipcios creían que el dios Atum («El
que existe por sí mismo») se formó de la nada, tras lo cual se masturbó y de su
semen nacieron los dioses que le ayudarían a crear y gobernar el universo. Es
por ello que los egipcios consideraban el flujo del Nilo como
parte de la eyaculación de Atum y apreciaban que también el faraón debía
contribuir a mantener vivo el río. El faraón de turno encabezaba cada año una
ceremonia en conmemoración al acto del dios que consistía en dirigirse a la orilla del Nilo a masturbarse, cuidando
que el semen cayera dentro del río y no en la orilla. Posteriormente, el resto
de los asistentes a la celebración hacía lo propio.
Por el Papiro de Ebers, además, hay constancia de
que la necrofilia no estaba gravemente censurada,
como lo ha estado en todas las civilizaciones a lo largo de los siglos. Según
este documento durante el reinado de Amenhotep I se
descubrió que los embalsamadores cometían estas prácticas, sin que ninguno de
ellos fuera castigado por llevar a cabo dicha parafilia. Lo cual no significa
que fuera aceptado socialmente: los familiares de las mujeres fallecidas
comenzaron a contratar guardias que vigilaran los cuerpos.
En
este sentido, la creencia de que el dios Osiris, la primera momia, fue
resucitada por su esposa Isis estableció que todos los muertos tenían que
copular con su Ba (alma) antes
de pasar al otro mundo. Es por ello que la ceremonia de apertura de la boca que
se hacía en las tumbas en el Antiguo Egipto consistía también en abrir todos
los orificios del cuerpo, incluyendo los relacionados con la práctica sexual.
La
zoofilia también aparece mencionada en las imágenes que han llegado hasta hoy,
lo cual no resulta extraño ya que los propios dioses eran representados con
rasgos animales. Resulta imposible saber si se trata de algo más que una sátira
o si realmente estaba tolerada esta parafilia. Por cierto, que entre los
objetos más extraños hallados por los arqueólogos se encuentra un primitivo
consolador fabricado con restos del pene de un cachalote.
CESAR
CERVERA
DIARIO
ABC 23/05/2017
17:11h
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del Conde Yndiano de Ballabriga
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